




No mucho para agregar, ante el primer temporal de lluvias la situación se torna escabrosa. Municipios, provincia y Nación hacen agua.
Eternos diputados provinciales, eternos senadores provinciales, eternos intendentes, mismos resultados. El norte más postergado del país otra vez bajo agua y ya suman 500 las familias que tuvieron que ser asistidas. La precariedad se nota más en momentos de crisis y lo que tendría que ser protocolo al finalizar cada año, se vuelve emergencia tres meses después.
El sistema de contención del río Pilcomayo fracasó nuevamente y ante las primeras lluvias en la zona alta de Bolivia y norte de Argentina, la tragedia regresa. Se da cada cuatro años, a veces antes, siempre es predecible.
El Pilcomayo es un río que baja de las montañas bolivianas, y se asienta en las planicies chaqueñas. Por lógica, es un rio que arrastra gran cantidad de material sedimentario, que con el tiempo se asienta en las causes ensanchando las márgenes y dando como resultado un dibujo de baja profundidad que es incapaz de dar contención a cierto volumen de agua. Ante las primeras alteraciones en los flujos acuíferos, los desbordes pasan a ser normales.
Sin dragados, sin contenciones estratégicas que actúen a modo de defensa, o para ser más claros, sin inversiones, es imposible contener dicho cause de agua. Por otro lado, las propias economías regionales, la pesca de subsistencia y sistemas de siembra, llevan a las personas a buscar asentamientos cercanos o lindantes con las márgenes de los causes de agua.
Las obras son vitales, y no solo para cuestiones relacionadas a la seguridad, sino para evitar pérdidas futuras. Es muy difícil construir un país si todo el tiempo vamos a tener que estar asfaltando o pasando una máquina al mismo camino, gastamos ineficientemente siempre en lo mismo. Vamos a tirando, dicen en los parajes afectados.
Pero así como nos enojamos, volverá a suceder. Esto no es nuevo, tampoco es la ultima vez que pasará, tristemente y por necesidad, los pobladores se empeñan en seguir votando siempre a los mismos. Los mismo gobiernan en cada estamento desde hace décadas y, a menos que suceda un milagro, serán sus hijos quienes los releven. El resultado es aún peor, las generaciones parecen empeñadas en empeorar ciclo tras ciclo. Y la gente los sufre. Los elige y también los sufre.
Los cambios deben venir desde abajo. El 11 de mayo es una gran oportunidad, aunque de seguro nada cambie, de al menos sacudirles un poco la tranquilidad en la que viven aquellos a quienes las inundaciones no los afectan. El mensaje debe ser claro y conciso, ya no más. Pero para esto se requiere valor y esfuerzo, algo que en Salta, parece que nunca quisimos asumir, y así estamos.