Política
¿De representación a herramienta?

Trabajar de “candidato”: el extraño caso del amigo Sabbadini

El Partido Justicialista en Salta refleja la lógica del poder político nacional. Los actores, como Mauro Sabbadini, siguen reapareciendo, aunque el sistema no cambia.

En las elecciones se manejan recursos y los partidos han dejado de ser un lugar de representación de ideas para transformarse en lo que los políticos denominan como “herramientas”. Ambos caminos llevan a un solo lugar, el negocio de la política.

Es el huevo y la gallina, no sabemos que vino antes. Los partidos políticos ya no representan ideas sólidas y carecen (o al menos ya no ostentan) ese número determinante de militantes con un solo carnet y que allí donde nacían, morían.

Además, en el caso del Justicialismo, en donde se vio a lo largo de nuestra última historia reciente una participación de casi todo el arco ideológico, la cosa se torna un poco más compleja.

Dificil es explicar, sino, la convergencia de Luder, Ubaldini, Menem, Duhalde, Kirchner, Massa, y una larga lista de personajes que, desde el centro, matizaron a izquierda y derecha la oferta electoral del movimiento peronista. En casi cincuenta años de democracia, esto es “un montón”.

En Salta, en tanto, la cosa es un calco de lo sucedido a nivel nacional, pero con una salvedad no menor: hoy, el Partido Justicialista está intervenido.

Al medio, y en sintonía con lo que dijimos, pasaron los Romero, Urtubey, Isa, Sáenz, Wayar, Estrada o Leavy, todo es el caminito es un “elije tu propia aventura” pero con peronómetro. Todos los caminos son ideológicamente diferentes y todos convivieron dentro del PJ.

Hoy, con Sergio Berni siendo el representante de Cristina Fernández de Kirchner en Salta, la cosa sigue una lógica de copamiento propia del espacio hegemónico. Como las relaciones democráticas no dan frutos que permitan a esa facción tener el poder decisorio, lo copan por la fuerza. Pura lógica setentista más a tono con la visión pro Cuba de Montoneros que con una oportunidad democrática.

El problema que esto plantea es que el verticalismo tan directo deja favorecidos y perjudicados, más allá de que los mismos puedan trabajar dentro del espacio que se impone.

Durante los últimos años, o al menos durante las últimas elecciones, el discurso de campaña ofrecido estaba en sintonía con lo que Cristina Kirchner representó en sus mandatos. Mauro Sabaddini, aquí, es un caso particular y representa este problema.

No sabemos si es buena persona, buen padre o buen amigo. Si sabemos que en cada campaña política, el hombre apareció desde el ostracismo y caminó los barrios salteños, siempre con el mismo resultado. Mauro nunca pudo imponerse, pero siempre está y sabemos que siempre aparecerá.

Dentro de este esquema de apariciones intermitentes, las salidas públicas se dan en épocas electorales. Y cuando nos desayunamos con la decisión de Cristina, más de un iluso pensó que sería de la partida alineada a “La Señora”.

Sin embargo, fue poco el tiempo en el que nos enteramos que no, para nada, Felicidad acompañaría al oficialismo provincial y su gran arco de propuestas con funcionarios locales a los que no les gusta que desde Capital Federal se digite que se debe y que no se debe hacer.

Mauro Sabbadini, nuevamente sale a escena en una elección, pero su rol ya no es el de un peronista de Perón Cristinista, sino como una suerte de Beto Castillo pero al revés. El apoyo de felicidad al oficialismo provincial suelta a la vez la mano a la intervención de Cristina, y acepta el rol asignado desde Grand Bourg: serás parte de la maquinaria atomizadora de votos o no serás nada.

La campaña ya ha arrancado, y Mauro, nuevamente, es parte de ella. Aunque no gane ni llegue nunca, al menos es útil dentro de los engranajes de la política local y, claramente, ayuda a comprenderla. Las elecciones son siempre un negocio, en apariencia, redituable. Sino no se entiende.

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