Panorama Político Salteño
Con sonrisa de "oreja a oreja"

Roberto Dib Ashur festeja la puesta en funcionamiento de su capricho millonario

Estos juegos llegaron en un momento equivocado, cuando la salud agota sus últimas cartas para subsistir, la seguridad hace agua por todos lados, y donde el vital elemento no llega a satisfacer necesidades básicas. (Dibujo: NOVA)

El contador que lleva las finanzas de toda la provincia, no disimuló ni un poco la felicidad que le causó el ver funcionar, por fin, el tren eléctrico y el carrusel de la discordia, tan criticado por toda una provincia sumida en necesidades extremas que nada tienen que envidiarle a la de regiones empobrecidas como África o Venezuela.

Estos juegos, que no serán de uso gratuito para quienes deseen hacerse de sus servicios, llegaron en un momento equivocado, cuando la salud agota sus últimas cartas para subsistir, la seguridad hace agua por todos lados, y donde el vital elemento no llega a satisfacer necesidades básicas. El reclamo no fue suficiente para que dieran marcha atrás, y las primeras vueltas al parque ya comenzaron a darse.

Cuando lo anunció en diciembre, el mismo día que cumplía dos años como ministro de Economía de Salta, todos pensaron que se trataba de uno de esos proyectos que "si pasa, pasa", y si no se da marcha atrás, obedeciendo a la sociedad que es quien, en definitiva, los puso en el lugar que hoy ocupan como altos funcionarios.

Días después el proyecto tomó mayor fuerza y, con el avance del mismo, también comenzó a gestarse en todo el territorio provincial un masivo rechazo al ambicioso plan de "puesta en valor" de un parque urbano desvalorizado por el abandono estructural que viene sufriendo desde hace años por los funcionarios estatales.

Desde ese anuncio, hasta la fecha, se registraron en Salta evacuados ante el desborde del río Pilcomayo en el departamento Rivadavia, personas aisladas y asistidas mediante helicópteros, muertes por desnutrición, falta de agua en todos los municipios, la ola de cepa Ómicron de Covid-19, guardias saturadas por casos de influenza, peregrinaciones de pueblos originarios, leishmaniasis, dengue, y falta de combustible, entre tantas cosas más. Problemas realmente serios que no tuvieron un tratamiento acorde a las circunstancias. En el medio quedaron muchas vidas, muchos enfermos con alguna secuela de por vida, y varias familias destrozadas por la falta de acompañamiento y de empatía de quienes deberían velar por sus derechos.

Nada de esto importó, claro está. Mientras toda una provincia repudiaba la compra que demandó más de 142 millones de pesos; y cuando todos están más pendientes de lo que ocurrirá el año que viene en materia electoral; el denominado "Tren de la Alegría" y el carrusel de lujo, ambos eléctricos que funcionan mediante energía solar, ya se encuentra en funcionamiento.

Pero, como era de esperarse, aunque quisieron adornar con distintas palabras y defendieron a capa y espada la adquisición; éstos atractivos no estarán al alcance de cualquiera. De hecho se deberá pagar una suma considerable, teniendo en cuenta que se trata de un producto comprado con dinero de todos. Para una familia numerosa, de escasos recursos, y en situación de vulnerabilidad como el 60 por ciento de la provincia, abonar una vuelta en el carrusel implicaría decidir entre unos minutos de diversión o un plato de comida en la mesa.

Estas son cuestiones que Roberto Dib Ashur y su gente no entienden, simplemente porque no las pasaron, no las vivieron. En una provincia donde los únicos que prosperan son los políticos o aquellos que viven acomodándose en alguna oficina para mantener el cargo, sigue resultando alarmante, tedioso y hasta insultante que el contador no disimule unos momentos su alegría por haber impuesto su capricho personal, sobre necesidades básicas de personas en una provincia empobrecida por ellos mismos.

El tren y el carrusel, que nos salieron muchísimo dinero a todos nosotros, no tapa el deterioro en hospitales y escuelas, la falta de medicamentos o pizarras dignas, ni mucho menos la falta de agua y alimentos en la sociedad que vio cómo, en un abrir y cerrar de ojos, les volvieron a meter la mano al bolsillo. El tren de la alegría ya funciona en una provincia entristecida, con vueltas más duras que las del carrusel del contador Roberto Dib Ashur.

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