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De las más renombradas

La Casa del "Gringo", "Grande" en la noche salteña

Las billeteras de los asistentes se vacían, la de Antonio Marocco se infla con algo "legal", y todos felices hasta el próximo fin de semana.

Si hay algo que les llama la atención a los miles de turistas que semana tras semana llegan a la provincia para recorrer paisajes, visitar museos, ingresar a iglesias o degustar platos regionales; es sin duda alguna "la noche salteña". Asombrados, observan como velada tras velada, las peñas del Corredor Balcarce, las confiterías del Paseo Güemes o el de Los Poetas, y lugares históricos como La Casona del Molino o la Peña Balderrama, llenan sus mesas de comensales ansiosos de disfrutar de un buen vino, y un poco de folclore ya sea a micrófono encendido o al estilo guitarreada.

A pesar de no ser una provincia que se considere que no duerme, como Buenos Aires y su apodo de "Ciudad de la Furia", los propios porteños son quienes aseguran que "ni allá hay tanta joda como en Salta". De hecho, la actividad nocturna, quitando la época de restricciones por la pandemia, suele ser la menos perjudicada en los distintos rubros de la economía local. Peñas que abrieron en la "Balca" tuvieron mucho éxito, son contadas las que quedaron en el camino. Otros lugares de encuentro más icónicos, ni siquiera deben preocuparse por captar clientes con promotoras y promotores en las veredas o en cada esquina, ya que son un paso obligado para cada visitante.

Tras esta introducción, que solamente sirvió para que todos entren en contexto, se podría decir que el montar un negocio basado en fiesta, alcohol, música al palo y algo de morfi es un negocio, si no redondo, al menos ovalado. El problema es qué montar y en dónde. Uno buscaría, generalmente y siendo un extraño en la city, lugares tranquilos o al menos seguros. Con presencia policial constante, zonas iluminadas, medianamente cerca del centro o con una buena accesibilidad.

Quien se sumó a esta "movida" por promocionar la cultura local, fue nada menos que el vicegobernador Antonio Marocco. Aunque en sus comienzos la titularidad de la conocida "Casa Grande" de calle Alberdi al 1100 era un secreto, hoy es de público conocimiento. El "Gringo" es el propietario de la peña medianamente nueva que se instaló en una vieja, viejísima casona que supo tener algo de historia entre los antiguos pobladores de la zona, y cuya única inversión de valor, hasta hace dos años, había sido la construcción de una piscina en medio de un patio de tierra, maleza abundante y autos abandonados.

Desde noviembre del 2020, cuando Salta recién terminaba de dejar atrás el trágico primer pico de la pandemia por coronavirus que se extendió con números altos hasta el mes de octubre; "Casa Grande" abría sus puertas como una nueva peña dentro del ambiente nocturno. A pocas cuadras del "Bajo" de San Antonio, en el corazón de la "Villa", allí donde la policía se olvida de los vecinos y los supo dejar a la deriva durante años, se erigió una de las peñas más grandes y conocidas que hoy tiene la ciudad de Salta.

Su similitud, en cuanto a la modalidad, con La Casona del Molino fue lo que le hizo tener el éxito que hoy tiene. No solamente realizan shows con grupos o comparsas, sino que también se arman las guitarreadas con los asistentes que pueden llevar y tocar sus instrumentos musicales. Con venta de comidas y bebidas, presencia policial, visita de funcionarios locales y foráneos, y aparente facturación a Avenida Los Incas S/N; hoy es uno de los lugares preferidos por los salteños para pasar las horas. Las billeteras de los asistentes se vacían, la de Antonio se infla con algo "legal", y todos felices hasta el próximo fin de semana.

El problema no lo tiene Marocco, quien con este curro se asegura al menos unos mangos tras la posible volada de la vicegobernación; sino que el problema lo tienen los vecinos de la zona, quienes se cansaron de ser blanco de orinadores compulsivos de paredes, de no poder dormir por el alto sonido de la música y el repiquetear de los bombos legüeros, o de sufrir la "chayada" de sus viviendas cuando, ebrios a más no poder, muchos asistentes arrojan bebidas en veredas, fachadas o vehículos. A esto se suma que, al realizar reclamos telefónicos a la policía por el fuerte sonido o “ruidos molestos” como se denomina, éstos no pueden hacer nada ya que, al consultar de quién es la peña en cuestión, tienen la orden de hacer la vista gorda ya que se trata de “Víctor Guillermina”. Código fonético.

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