Elecciones mayo 2025: los salteños no están interesados en renovar confianza en quienes ya no creen

Como sucede desde hace ya un buen tiempo, las encuestas reflejan una marcada antipatía por parte del votante. Los peligros a los que nos conduce la clase política los incluye a ellos mismos: nadie en su sano juicio apostaría a que en las elecciones de medio término en Salta la asistencia a las urnas no marque un récord a la baja.
Castigo y beneficio, ordene los factores como prefiera. Así como Javier Milei y, eventualmente, quienes se le suben al ring en el que se están disputando cambios cuantitativos y cualitativos en el rumbo económico y social del país, absorben completamente el interés público, las dirigencias locales han quedado exculpadas, olvidadas o postergadas.
Nadie los mira, nadie sabe qué hacen. Nadie sabe qué están legislando, mucho menos qué proponen. La fauna política salteña hizo la plancha aprovechando que todas las miradas están puestas en Buenos Aires. Sin embargo, a días de las elecciones, muchos corren el riesgo de quedarse afuera.
Otros, quienes tienen mandatos ejecutivos hasta 2027, deben empujar el carro solos y como pueden, con el único fin de mostrarse en control. La puja del establishment tiene más que ver con los festejos posteriores a los resultados y la necesidad de “la foto” que con la intención de renovar la caterva de inútiles que parasitan los diferentes ámbitos legislativos.
Y es ahí donde queda expuesto el problema: la hiperactividad de Milei y el éxito del discurso contra “la casta” nos dejan ante unas elecciones de medio término en las que todos y cada uno de los candidatos que buscan ganarse la confianza del electorado representan, precisamente, a la casta.
Justicialistas, radicales, macristas, cristinistas y mileístas terminan ofreciendo a nuevos viejos conocidos que, en realidad, nadie conoce. El oficialismo provincial elige como candidato a un médico mayor que nadie sabe cómo, pero aparentemente fue diputado provincial hace algunos años.
El PRO, por su parte, ofrece un refrito de viejos conocidos que no terminan de cuajar, pero bueno: “seguimos intentando”. La Libertad Avanza fue privada de presentar a su estandarte estrella, Emilia Orozco, y sale a la cancha con lo que puede. Los comunistas son los mismos que estaban cuando los hermanos Castro bajaron de Sierra Maestra, y la Unión Cívica Radical ya dejó de existir, pero aún nadie se lo ha dicho.
Apatía, desconocimiento, falta de candidatos con proyección y la plena certeza de que ninguno hará nada por la gente. El miedo de los ejecutivos ante la posibilidad de que surjan nuevos nombres está más latente que nunca, pero al mismo tiempo los inquieta la falta de nombres propios que sumen a sus distintas causas.
Con algo de suerte, y un poco de “magia loca” producto de la modernidad del voto electrónico, tal vez haya una concurrencia que supere el sesenta por ciento del padrón electoral.
Nunca fue positivo que los votantes se abstuvieran de cumplir con su obligación electoral. Sin embargo, ya hubo algunos avisos: en San Ramón de la Nueva Orán, hace apenas un par de años, se llegó de casualidad al cincuenta y tres por ciento de participación. ¿Qué sucedería si esa situación se multiplicara en toda la provincia?
No sabemos qué votamos, tampoco a quiénes votamos. Los candidatos de siempre dicen las mismas gansadas de siempre y la gente ya no los puede ver ni en figuritas.
Urge la renovación, urge la aparición de figuras nuevas. Es necesario elevar la calidad de nuestros políticos y darles la espalda a los inútiles. Después es demasiado tarde, y no vale quejarse.