Política
Desastre

Franco Hernández Berni, el intendente que despide como un libertario y gobierna como si Tartagal no existiera

Franco Hernández Berni, el intendente que tiene a Tartagal en abandono total y posa en sus redes como un modelo.

La realidad en Tartagal se desangra, y lo hace bajo la mirada impasible y, según muchos, indiferente del intendente Franco Hernández Berni.

Electo bajo las banderas del justicialismo, con promesas de inclusión, trabajo y desarrollo, hoy su administración enfrenta uno de los momentos más críticos desde que asumió: una denuncia pública que habla de al menos 400 despidos municipales, sueldos impagos y una ciudad sumida en el abandono.

El encargado de encender la mecha fue el diputado provincial Santiago Vargas, quien afirmó públicamente que desde el propio entorno del jefe comunal se habrían filtrado audios comprometedores.

En ellos, se escucharían a funcionarios de confianza de Hernández Berni discutiendo abiertamente la intención del intendente de ejecutar un masivo recorte de personal. No se habla de reorganización ni de reubicación. Se habla de limpieza. De barrer. De echar.

“Tengo los audios, son claros, hablan de 400 trabajadores que quedarían sin su fuente de ingresos. Y la orden viene de arriba, de Franco Hernández Berni directamente”, disparó el legislador con preocupación, mientras Tartagal acumula protestas, reclamos y —literalmente— trabajadores encadenados en las puertas del edificio municipal.

Tartagal, tierra del revés: el peronista que ajusta como Javier Milei

En un contexto nacional donde los despidos y los recortes tienen rostro, firma y sello libertario, resulta por lo menos paradójico que sea un intendente del Partido Justicialista quien adopte, sin disimulo, el libreto del ajuste más brutal.

Mientras el oficialismo nacional se jacta de "achicar el Estado" con crudeza ideológica, Hernández Berni en Tartagal parece hacer lo mismo, pero sin confesarlo, escondido tras excusas administrativas y balances que no cierran.

A todo esto, la ciudad padece. Los empleados municipales no solo temen por su futuro laboral, sino que tampoco están cobrando en tiempo y forma.

Según denunció Vargas, los trabajadores que perciben su salario en modalidad quincenal vienen sufriendo retrasos sistemáticos desde el inicio de la gestión.

La situación escaló rápidamente. En los últimos días, varios empleados decidieron encadenarse en la entrada del municipio, una imagen que remite más a las épocas más oscuras del país que a una democracia en pleno funcionamiento.

La Asociación de Trabajadores del Estado (ATE) ya convocó a una asamblea urgente para analizar la situación y decidir los próximos pasos.

15 mil millones y una ciudad a oscuras

En medio de esta crisis, surgen más preguntas que respuestas. El diputado Vargas, en declaraciones públicas, puso la lupa sobre el manejo de los fondos públicos: “En 2023, Tartagal recibió 5 mil millones de pesos.

Este año, la cifra trepó a 15 mil millones. Y sin embargo, no hay obras, no hay limpieza, no hay servicios básicos funcionando. ¿Dónde está la plata?”, cuestionó.

La pregunta no es menor. Con semejante volumen de recursos, lo mínimo esperable sería un mantenimiento aceptable del espacio público, una administración ordenada y una planta de personal estable. Sin embargo, Tartagal hoy parece una ciudad sin conducción, donde la basura se acumula en las esquinas, las calles permanecen a oscuras, el desmalezado brilla por su ausencia y los reclamos ciudadanos se multiplican.

Quienes votaron a Hernández Berni esperaban continuidad y mejora. Lo que recibieron es abandono.

Silencio oficial y desconfianza popular

Como es habitual en las gestiones que se ven sobrepasadas por los hechos, el municipio de Tartagal no ha emitido ninguna comunicación oficial que desmienta, confirme o al menos aclare la situación. El silencio del intendente es ensordecedor. No hay explicaciones sobre los supuestos audios, no hay plan de contención para los trabajadores ni una hoja de ruta pública para enfrentar esta crisis institucional y social.

Mientras tanto, la bronca crece. Las redes sociales de la intendencia se llenan de comentarios que van desde el reproche hasta la desesperación. Tartagalenses que ven cómo la ciudad retrocede día tras día, al ritmo de una administración que parece desentendida de los problemas reales.

Entre la improvisación y el ajuste, el modelo Hernández Berni hace agua

Los reclamos no solo apuntan a los despidos. La gestión de Hernández Berni arrastra múltiples frentes de conflicto: proveedores impagos, servicios esenciales paralizados, un hospital con graves carencias, barrios olvidados y una oposición política que empieza a organizarse detrás del descontento popular.

Vargas no es el único legislador que señala los errores del intendente, pero sí es quien ha puesto el cuerpo frente a una situación que ya no se puede tapar. Los gremios están en pie de guerra, los vecinos pierden la paciencia y los funcionarios parecen más ocupados en salvar su imagen que en encontrar soluciones.

El contraste entre el discurso de campaña y la realidad actual es brutal. Hernández Berni se presentó como un renovador del PJ, un joven con capacidad técnica, ideas frescas y compromiso territorial.

Hoy, ese relato se derrumba frente al espejo de los hechos: despidos masivos, caos administrativo y una ciudad sumida en el deterioro.

¿Un peronismo sin alma?

En un país donde la identidad política todavía pesa, resulta incomprensible que un intendente peronista adopte medidas de corte liberal sin ofrecer explicaciones claras ni construir consensos. ¿A quién responde Berni? ¿Qué modelo de gestión tiene en mente? ¿Qué rol asigna al Estado municipal en una ciudad históricamente golpeada por la desigualdad?

Los 400 despidos no son solo un número. Son 400 familias que podrían quedar en la calle. 400 hogares que perderían su ingreso en una región donde las oportunidades sobran en los discursos pero escasean en los hechos.

Si Franco Hernández Berni quería diferenciarse, lo logró. Pero no por su gestión eficiente, sino por ser el intendente justicialista que ajusta como si estuviera leyendo el manual de Javier Milei.

Y mientras tanto, Tartagal espera. Acaso con resignación, acaso con rabia. Pero sobre todo, con una angustia creciente de ver cómo el municipio se les escurre entre los dedos, sin liderazgo, sin respuestas y sin rumbo.

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