¿Quiénes serían víctimas de esta razia comandada por el coordinador administrativo de la gestión de Gustavo Sáenz? La respuesta es la más simple: todo aquel que no esté amarrado al piso de la anhelada Planta Permanente.

Aquellos que tienen distintos tipos de contratos con el Gobierno y que no gozan de la estabilidad laboral tantas veces prometida, son quienes están en el ojo de la tormenta por una “jugada maestra” que implementará el Poder Ejecutivo para recaudar fondos para el 2021.

Como es de público conocimiento, el próximo año no habrá elecciones Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias (PASO); por lo que las candidaturas se dirimirán de forma interna entre cada partido, y los más beneficiados serán aquellos que más recursos puedan capitalizar.

Y como Sáenz controla, mediante Pablo Outes, la Comisión de Acción Política (CAP) del Partido Justicialista salteño, deberá generar muchos recursos para poder imponer a algún candidato de su confianza. Ya que no tiene a alguien que sume votos por carisma o por ser sobresaliente en algo, el saencismo buscará el año próximo captar los sufragios mediante los diferentes aportantes.

Tal es el caso de los estatales quienes, bajo la presión de aceptar un cambio de contrato o quedar desempleados en plena pandemia, pasarían a formar parte de los AP o planta política. Esto a pesar de la palabra “política” no siempre significa una mejor opción. Un AP puede percibir una suma muy inferior a la de cualquier empleado público, trabajar igual o mayor cantidad de horas, tener un contrato hiper precarizado, no contar con algunos adicionales, la inestabilidad laboral extrema y, para el colmo, los descuentos para partidos o agrupaciones políticas “autorizados” por los trabajadores.

Hoy el saencismo no tiene nada. No tiene estructura, no tiene militantes, no tiene grandes candidatos que puedan sobresalir. Del otro lado habrá alianzas o partidos con algunas posibles caras nuevas o viejos conocidos.

Del lado del gobernador están en juego las bancas de Javier Diez Villa, Mario Moreno, Gustavo Orozco y Silvia Varg, quienes, a lo mejor, son las caras más conocidas o de mayor presencia en el arco político. Del otro lado, siempre hablando de la Cámara de Diputados de Salta, están personalidades fuertes como Manuel Santiago Godoy, Héctor Chibán, Ramón Villa, Claudio Del Pla, Baltasar Lara Gros, Gladys “Pichona” Moises, Julio Moreno o Andrés Suriani.

En el Senado urge recuperar la banca por Capital que ocupa Guillermo Durand Cornejo, gracias al mismo Gustavo Sáenz, y que en su lugar ingrese alguien menos inestable, a lo mejor, y más afín al mandatario. Pero también buscarán renovar políticos fuertes e influyentes en el interior como Silvina Abilés (La Caldera), Héctor D’Auría (Metán) o José Ibarra (Guachipas). Enfrente competirán las bancas del renovador Esteban D’Andrea (Chicoana), y los justicialistas Sergio “Topo” Ramos (Rosario de Lerma) y Mashur Lapad (Rivadavia), este último vicepresidente 1ro del Senado salteño.

A nivel nacional el saencismo no tiene un nombre propio. Durante el 2019 ingresaron a Diputados dos candidatos del PRO y dos del Frente para la Victoria (Miguel Nanni, Virginia Cornejo, Lucas Godoy y Verónica Caliva, respectivamente).

El próximo año estarán en juego tres bancas, que tampoco son ocupadas en la actualidad por gente del gobernador: Martín Grande, Alcira Figueroa y Andrés Zottos. En el caso del hombre que fuera vicegobernador de Urtubey, se lo pudo ver cerca de Sáenz en actos de entregas de vivienda o la firma del convenio con Nación y Sergio Massa; lo que hace presumir que podría ser una de las caras “conocidas” que compitan por el espacio oficialista; aunque para confirmar eso habrá que esperar algunos meses.