El flamante ministro de Desarrollo Social de la provincia, quien ya goza de su beca en la capital, dejó un tendal de deudas y desastres antes de huir cobardemente del municipio del norte y quien debe hacerse cargo ahora es Franco Hernández Berni. El alcalde nuevo no dejó de renegar ni uno de los cinco días hábiles que lleva en función ya que se topó con un municipio destruido.
Franco Hernández jamás habría sospechado que tras izar la bandera el lunes por la mañana y saludar a los empleados por primera vez como jefe comunal, todo lo que vendría tendría un sabor desagradable. Obras inconclusas, computadoras dañadas, aires acondicionados desaparecidos y hasta vehículos fuera de circulación, fueron solamente algunas de las falencias percatadas a simple vista por la gestión entrante.
A esto se sumó con el correr de los días la enorme cifra en materia de deuda económica con proveedores, empleados públicos, cooperativistas y periodistas, que roza las 11 cifras, demostrando que la fiesta de Mario René Mimessi y sus amigos le costó demasiado caro a los tartagalenses que, no conforme con vaciar las arcas comunales, fue nombrado en una cartera donde tendrá a su disposición el manejo indiscreto de recursos y módulos alimentarios con los que ya supo extorsionar y hacer negocio hasta hace unas semanas.
Sorpresivamente, y haciendo hincapié en este tema, el hoy ministro sigue sin responder, y ya no lo hará obviamente, los pedidos de informes del Concejo Deliberante norteño que le pidió explicaciones por los 20 mil bolsones que se patinó en la última campaña provincial en la que terminó perdiendo la Intendencia.
De hecho, este tema tiene inquietos a los referentes de pueblos originarios del norte que temen algún tipo de represalia por parte del "minino" que está molesto desde mayo pasado por haber perdido, justamente, por el voto de los wichís y las comunidades al espacio de FHB.
Por el momento, Berni y su gabinete no pueden hacer más que tripa corazón, agarrar a su novia cantante de la mano y mirar hacia adelante ya que, como dicen en el pueblo, él solito buscó bailar con la más pesada; herencia, claro.
